La gran ira del
príncipe de este mundo
Este versículo describe el tiempo actual, es lo que estamos
viviendo y está ocurriendo frente a nuestros ojos: “¡Ay de los moradores de la
tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira,
sabiendo que tiene poco tiempo”. Apoc. 12: 12
“Poco tiempo” no significa milenios, tampoco siglos, sino por
el contrario significa que el reloj de la historia universal se ha agotado y
solo restan muy escasos instantes para que cual sonido de la alarma terminen
los “tiempos peligrosos” en los que vivimos, de los cuales habló el apóstol
Pablo en 2° Tim. 3:1 y culmine del “tiempo del fin” que anunció el profeta Daniel
(Dan. 12:4, 9).
Culminado este tiempo actual de gran ira del “príncipe de
este mundo” (Juan 16:11), nuestro Señor, que es el único santo (Apoc. 15:4), dará
en el templo celestial del tabernáculo del testimonio una señal grande y
admirable: uno de los cuatro seres vivientes entregará a los siete ángeles
siete copas de oro llenas de siete plagas de la ira de Dios para ser derramadas
sobre la tierra (Apoc. 15:5, 7, 1). Entonces, ya no será tiempo perdón ni
arrepentimiento, misericordia ni compasión, porque esas copas estarán llenas del
vino puro de su ira (Apoc. 14:10).
¿Quién podrá librarse
de las siete plagas?
El tercer ángel, de Apoc. 14:9-11, dijo a gran voz: “Si
alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su
mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en
el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos
ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los
siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su
imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre”. Por el contrario, agrega en
Apoc. 14:12: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.
De esta manera, las siete plagas afectarán a quienes tengan
la marca de la bestia y adoren a su imagen (Apoc. 16:2). En cambio, quienes
alcancen victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su
nombre estarán de pie con las arpas de Dios entonando los cánticos de Moisés y
del Cordero sobre un terreno que al vidente Juan le pareció como un mar de
vidrio mezclado con fuego (Apoc. 15:2,3).
Así como Jacob ya había sido perdonado por su hermano Esaú, a
quien le quitó su primogenitura, pero él aún no lo sabía (Gén. 32:7, 33:8-9);
así también, los hijos de Dios ya salvados, no sabrán si el Salvador del mundo
ha perdonado sus pecados. No que Él no tenga poder para perdonarlos sino que no
sabrán si su naturaleza humana caída ha confesado todos sus pecados, uno por
uno en cada caso particular; porque, aunque Él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad, se requiere la confesión humana específica
de cada falta. Bien dice el apóstol Pablo “qué hemos de pedir como conviene, no
lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles” Rom. 8:26. Pero, cuando nuestro Señor haya dejado el trono de la
gracia y se haya sentado en el trono de la gloria se habrá agotado el tiempo para
acceder al oportuno socorro (Heb. 4:16, Mat. 25:31). Entonces, cómo podrán saber
si han confesado una a una todas sus transgresiones y una a una todas sus
omisiones, porque quien infringe la ley comete pecado (transgresión), pero
quien sabiendo hacer lo bueno no lo hace, también es pecado (omisión). 1° Juan
3:4, Sant. 4:17.
Tiempo de angustia para
Jacob
El profeta Jeremías al ver estos días exclamó: “¡Ah, cuán
grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia
para Jacob; pero de ella será librado. En aquel día, dice Jehová de los
ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus coyundas, y
extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que servirán a Jehová
su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré”. Jer. 7-9. Las palabras ordenadas
por apóstol Pablo seguirán siendo cumplidas por un pueblo que las practicó
cuando la angustia no era tanta y cuando hubo momentos felices sobre la tierra:
“Orad sin cesar” (2° Tesal.5:17).
Lo que sostiene al pueblo en pie no es la
intercesión del Sumo Sacerdote porque esta ha terminado y el veredicto de cada
caso ya habrá sido adoptado; lo que lo sostiene es la conexión con Cristo, de
lo cual dijo “Separados de mí nada podéis hacer” Juan 15:4. Ese pueblo lo
constituyen hombres y mujeres que como Elías, estarán dispuesto a tomar agua
del arroyo y ser alimentados por cuervos, “Así que, no temáis; más valéis
vosotros que muchos pajarillos.” (1° Rey. 17:4, Mat. 10:31. Luego, vendrá la
coronación de vida a cada fiel con la transformación de su naturaleza
corruptible en incorruptible y de mortal en inmortal. “¿Dónde está, oh muerte,
tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (Sant. 1:12, 1° Cor. 15:51, 52,
55).
Las siete plagas
Este es el “tiempo de angustia” profetizado por Daniel, llamado
“gran tribulación” por Jesús en Mat. 24:21 y detallado en Apocalipsis caps. 15
y 16. Entonces, “en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se
hallen escritos en el libro” Dan. 12:1
Conclusión
“Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación”. Isa. 25:9